viernes, 29 de octubre de 2010

EL MOMENTO RATATOUILLE

Hace poco os conté que los días que pasé en Fuerteventura este octubre, estuve en casa de mis amigos Js. y Jl.

Viven en una casita monísima en el campo; en la falda de una montaña.

Esto es, más o menos, lo que se puede ver por los alrededores. No es una vista preciosa?

Todo iba de maravilla hasta que un día, limpiando la casa, encontraron un paquete de bolsas de basura mordisqueado y un regalito orgánico cerca de la prueba del delito...


No hizo falta llamar al CSI para saber que aquello era de una rata!!!!

Hola! He estado en vuestra cocina!

Atacados de los nervios, Js. y yo fuimos corriendo a una tienda cercana a comprar una trampa atrapa-ratones. La buena mujer (estábamos tan obsesionados con el roedor que nos pareció que la dependienta también tenía cara de rata, la pobre) que atendía en el mostrador nos vió pinta de no tener mucha idea en estas lides, así que nos dió unos útiles consejos sobre qué hacer para librarnos del dichoso bicho.

Nos volvimos a casa con el último modelo en trampas ratoniles... qué asco.

Escondimos bien la trampa para que los perros no pudieran llegar a ella y cruzamos los dedos para que la rata se marchase con la música a otra parte porque ya el hecho de que cayese en la trampa nos daba un asco horrible.

La primera noche no pasó nada: cuando Js. y Jl. revisaron la trampa por la mañana, estaba vacía.

Ufff, qué alivio! Seguro que la rata no vuelve más: se habrá dado cuenta de que en esta casa no tiene nada que hacer.

Y llegó la segunda noche. Mis amigos se acostaban temprano porque tenían que madrugar para ir al trabajo pero a mí me costaba conciliar el sueño a esas horas así que, ese día, me quedé en la cocina, viendo un episodio de la serie Mad Men en mi portátil.


Para que no les molestase el sonido, me puse los cascos y, aunque estaba convencida de que la rata no volvería a aparecerse por allí, dejé la luz de la campana extractora encendida pensando, inocentemente, que si el bichejo veía algo de claridad se cortaría un poco.

Ya llevaba bastante rato feliz, concentrada en las aventuras de Don Drapper y toda su tropa cuando, de repente, se oyó un ruido horripilante: la trampa había saltado y había algo VIVO retorciéndose dentro!!!

Qué miedo, por favor; me acuerdo y aún se me escalofrían los pelos!



Corrí hasta la habitación de Js. y Jl. y los desperté lo más suavemente que pude. Mal de muchos, consuelo de tontos: ya éramos tres las personas histéricas en aquella casa!

La rata tardó mil años en morirse haciendo unos ruidos tan espantosos que me resulta imposible describirlos. Estábamos tan asustados con aquel alboroto que encerramos a los perros en un cuarto y salimos al porche de la casa a planear una estrategia de cómo aniquilar al roedor si no se moría solo.

En plan mosqueteros: contra la rata, todos para uno y uno para todos.

Al de un buen rato se dejaron de oir aquellos golpes y sonidos estertóreos así que, después de comprobar que la rata estaba bien muerta (mejor no entrar en detalles), la metimos en una bolsa de basura y llegó el momento de decidir qué hacer con su cadáver...


Eran las 12 de la noche y el contenedor más cercano estaba donde Cristo dió las 3 voces (esta expresión la usa mucho mi amiga Martimore; verdad que es genial?) pero nos daba tanto asco tener eso en casa hasta la mañana siguiente que, ni cortos ni perezosos, Jl. y yo pensamos que lo mejor era ir en coche hasta el cubo de las basuras y deshacernos de ella cuanto antes.

La imagen tenía que ser surrealista: medianoche y dos personas, en pijama,



saliendo al galope de una casa con una bolsa de basura que ninguno de los dos quería ni tocar.

Creo que nunca en mi vida he acertado a arrancar el coche tan rápido como aquella noche. En esto, veo que Jl. abre la puerta del copiloto y, sin haberse metido dentro, empieza a bajar la ventanilla.

La verdad es que pensé: vaya, sí que tiene sangre fría este hombre; tenemos una rata muerta en una bolsa pero él es lo suficientemente equilibrado para abstraerse de la situación y bajar la ventanilla porque tiene calor.


Nada más lejos de la realidad! No bajaba la ventanilla porque quisiese un poco de brisa nocturna en nuestro paseo hacia las basuras... la bajó para poder sacar la mano en la que llevaba la bolsa con el fiambre de rata dentro y llevarla colgando fuera del coche todo el trayecto! Se puede ser más inteligente?

Ahora me entra la risa pero en aquel momento estábamos tan concentrados en nuestra misión que no nos pareció que la situación fuese tan hilarante.


La historia tiene el final que ya os imagináis: encontramos un contenedor (aunque yo era partidaria de tirar la rata en un cubo que estuviese aún más lejos de la casa que ése), metimos la bolsa de basura dentro y volvimos a casa corriendo como locos, no fuera a ser que aquel bicho resucitase.

No volvimos a ver ninguna rata, ratón o similar pero me pasé el resto de las vacaciones obsesionada con el tema: veía bichos hasta donde no los había!

Tengo que reconocer que, de los 3, la más cobarde fuí yo que lo más cerca que estuve de la rata fue cuando tiré la bolsa a la basura al estilo lanzamiento de jabalina.


Qué os parece a vosotros? Sóis igual de impresionables y escrupulosos que yo? O, por el contrario, sóis tan valientes como la media naranja que, cuando le conté la anécdota, me dijo que éramos unos gallinas y que él había matado muchíiiiiiiiiiisimas ratas retorciéndoles el pescuezo? (que conste que no quise profundizar en esta faceta de mi chico y que aún estoy procesando la información...)

martes, 26 de octubre de 2010

UNA BONITA VISTA EN EL CENTRO DE LONDRES

Hace no mucho os conté que en septiembre me fuí a Londres con unas amigas y que allí le metí el miedo en el cuerpo a un pobre hombre llamado Bart que aún estará temblando...



No fue ése el único embolado en el que me metí yo solita... es lo que tiene abstraerse del resto del mundo mundial cuando una está sentada en una terraza en pleno centro.

La primera mañana que amanecimos en Londres nos fuimos de tiendas. Creo que no compramos nada pero no sería por no mirar, remirar y revolver. Fue tanto el ímpetu que llegó un momento en el que estábamos hasta mareadas de tanta ropa, zapatos y complementos.

Ay, que me da algo!

Nada mejor para reponerse que un tentempié en una terracita más o menos tranquila. Dicho y hecho: en pocos minutos ya habíamos localizado un sitio en el que reposar durante un rato nuestros maltrechos huesos.

Ummm, qué refrescante!


Todo el día quejándonos del trabajo y para una vez que M.L. (que además de mi amiga es también mi compañera de trabajo) y yo nos pedimos unos días libres no pudimos evitar contarle a nuestra amiga Kamikaze que la pequeña luciérnaga tiene la asquerosa costumbre de mirar el canalillo a todas las mujeres de nuestra oficina... aunque lleven un jersey de cuello vuelto!


O pequeña luciérnaga es una versión horrorosa de Clark Kent y tiene rayos X en la mirada o ya me diréis qué se puede ver debajo de un cacho jersey como éste...


Mientras despotricábamos sobre la conducta de este individuo le iba explicando a Kamikaze lo imposible que era que mi jefe pudiese ver un canalillo con la cantidad de capas de ropa que solemos llevar encima cuando nos vestimos para ir al trabajo y para hacerle una demostración práctica se me ocurrió bajarme las dos camisetas que me había puesto y enseñarle lo lejos que estaba la carne del ojo humano...

Esta foto la hicimos para la posteridad: M.L. le modificó el color para que quedase más claro dónde está la carne. La que enseña esa birria de escote soy yo, obviamente. 

Como véis, no es nada del otro mundo: en cualquier playa de España se ve más pechuga... pero en el segundo y medio que estuve enseñando tres centímetros de piel pasó junto a mí un abuelito con una cachava. Tan encorvado que sus ojos quedaban a la altura de mi escote.




Se conoce que este buen hombre hacía varias décadas que no había visto más pechugas que las de la carnicería porque mientras pasaba dijo:

Abuelito: nice view! (bonita vista!)

A todo esto yo, que siempre estoy en la luna de Valencia, no me enteré de nada y solamente fuí consciente de la miradita y el comentario del abuelo del bastón cuando él ya estaba a 30 metros.


Las que lloraban (literalmente) de la risa eran mis dos amigas que habían visto la escena en primera línea!

Estoy casi segura de que tengo todos los boletos para que el nuevo Ministro de Trabajo me contrate en exclusiva: unos cuantos espectaculos de estos en algunas de las calles más transitadas por los abuelitos españoles y una de dos: 1) los mato del susto; 2) los revivo y pueden volver al trabajo y seguir cotizando. Teniendo en cuenta que la crisis va para largo y que quieren incrementar la edad de jubilación a los 67 años, cualquier ayuda es poca!

El sábado estuve en Málaga.



Además de esto y muchísimas otras cosas más, como soy una chica con suerte, pude ver dos pedazo de monumentos que no aparecen en las guías: Alforte y Theodore. Imposible estar en mejor compañía. Gracias, chicos: sóis lo más!

Fue Alforte, precisamente, quien nos habló de esto a Theo y a mí:


Supongo que en nuestra encarnizada lucha contra la pequeña luciérnaga y otros insectos de su misma especie que conviven con nosotras en la oficina este invento nos vendría de perlas pero, sinceramente, creo que en mi caso aún me cabrearía más que me mirasen las de plástico pegadas en la frente!!!

Eso sí, al abuelito se lo perdono todo: yo le alegré un poco el día y él fue amable, educado y nada libidinoso. Todos contentos.

Qué me decís vosotros? Cómo calificariáis esta anécdota del escote? Escándalo público o función social?

jueves, 21 de octubre de 2010

REGRESO

El viernes 15 de octubre regresé a mi casa.



No tengo vergüenza, ya lo sé: hace casi una semana que estoy de vuelta y no he actualizado ni una sola vez.

Pero después de meterme 15 vuelos



y más de 20.000 kilómetros entre pecho y espalda en sólo 3 semanas, seguro que me perdonáis que haya estado haciendo pira.

Hawaii fue muy interesante aunque, entre vuelos y esperas, tardamos unas 40 horas en llegar allí (y otras 40 en volver...) En fin, una odisea! Aunque mereció la pena porque además de hacernos una idea de lo espectacular que es este estado de los Estados Unidos, pudimos aprovechar la espera en los aeropuertos y callejear un poco por Frankfurt y Nueva York, aunque sólo fuese por unas horas.




Menos de 24 horas después del viaje de vuelta desde USA, llegué a Fuerteventura. Esta vez viajé sola: la media naranja no pudo acompañarme por un problema de trabajo que le surgió a última hora.

Yo misma iba a cancelar este viaje



pero mis amigos Js. y Jl. me convencieron para que pasase unos días en la isla y me acogieron en su casa para que no estuviera sola. Así, durante más de una semana, fuimos una pequeña familia compuesta por nosotros 3 y nuestros niños:


De izquierda a derecha, de arriba a abajo, los perros blancos son: Monty, Bernarda (álias Nuki), Laila y Hugo. El perrito negro es un cachorro de gran danés llamado Bosco, el nuevo miembro de la familia que llegó en avión mientras yo aún estaba en casa de mis amigos (la próxima vez que lo vea será, más o menos, del tamaño de un pony!)

Gracias Js. y Jl. por estos días geniales con vosotros! Me he sentido tan como de la familia que ahora no me acabo de adaptar a estar en mi casa!!! Os echo de menos, chicos.

En estos días que he estado fuera no me ha pasado nada del otro mundo pero no por eso he dejado de reirme con las 4 aventurillas de las que he sido co-protagonista y que ya os iré contando.

Como más de uno lo ha pedido y, sin que sirva de precedente, termino la entrada de hoy con unas cuantas fotos de lo que vimos en Hawaii.


De izquierda a derecha y de arriba a abajo: lava seca en el Volcano National Park; un rascacielos en Honolulu; una tortuga descansando en la orilla; Tiki (representación de un Dios hawaiano) gigante en la playa de nuestro resort en Kailua-Kona; mirador en Pololu Valley; Waikiki beach.

He vuelto así que ya se os ha acabado la paz! Dentro de nada, nuevas anécdotas!

Camiseta: Lolita Butterfly.