Sin duda, la noticia de este fin de semana ha sido la protesta de los controladores aéreos, la repercusión que la misma ha tenido en miles de usuarios (así como en el sector del turismo en España) y las medidas adoptadas por el Ejecutivo para controlar la situación.
Menudo caos!
Lo he dicho muchas veces pero lo repito de nuevo: no suelo usar el blog para escribir entradas polémicas porque no es ésa la esencia del mismo pero creo que, en este caso, haré una excepción.
Esta vez no he sido una de las afectadas porque raramente viajo en días tan señalados como estos pero me he librado por los pelos: el sábado volaré a Madrid para pasar allí el fin de semana. Esto lo digo en general, por si alguien quiere darse por aludido y, en particular, para Uno que yo me sé no vaya a ser que luego se me eche en cara que no aviso cuando voy a la City.
Tengo que reconocer que, después de investigar, leer un poco y escuchar las acusaciones cruzadas de unos y otros en distintos medios y en la red estoy más confusa que al principio.
Lo primero que he hecho es echarle un ojo al Real Decreto-Ley publicado en el BOE el pasado viernes:
Para los que estéis interesados, creo que lo que ha enfurecido al colectivo de controladores aéreos está recogido en la Disposición Adicional Segunda (hacia el final de la página 21) Para los que queráis estudiar el tema en profundidad, os dejo también el enlace al Real Decreto 1001/2010, de 5 de agosto, al que se hace referencia en el texto:
A pesar de lo difícil que resulta hacer juicios de valor siendo pagana en la materia ésta es mi opinión:
1) La gestión de este conflicto por parte de AENA y el Gobierno central durante los últimos meses ha sido, al menos en apariencia, poco afortunada. Asimismo, la entrada en vigor del Real Decreto-Ley causante (en palabras de los controladores aéreos) de este revuelo un viernes, víspera del puente más largo del año es, como poco, sospechosa.
Desde que trato con ellos de tú a tú en el trabajo he perdido la poca fé que tenía en los políticos así que siempre recelo bastante de la inocencia de sus acciones: no sé si todo lo sucedido es pura casualidad o si esta jugada de aprobación del Decreto que aprueba la privatización parcial de AENA, la reacción de los controladores por la parte de que les toca y el caos vivido en los aeropuertos a consecuencia de la misma, que es lo que el Ejecutivo alega para justificar la declaración del estado de alarma, es una maniobra muy bien orquestada que empieza a dar sus frutos.
2) No pongo en duda que el colectivo de controladores aéreos tenga razón en algunas de sus reivindicaciones pero no es menos cierto que, en general, con el comportamiento y las actitudes que se gasta esta gente y, en particular, con medidas como la adoptada el viernes no sólo han conseguido hacerle la pascua a miles de ciudadanos, dinamitar las expectativas del sector turístico que esperaba como agua de mayo este puente que se presentaba de lo más suculento, contribuir a enfangar más si cabe la imagen de un país en crisis (bastante deteriorada ya) al que le está costando Dios y ayuda mantenerse a flote y no ser metido dentro del mismo saco que los rescatados europeos, con lo que ello conllevaría. Además de esto (y eso sí que es del género tonto) han conseguido que su manera de proceder les perjudique a ellos mismos!
Todos los trabajadores deben tener derecho a la huelga pero solamente si ésta se lleva a cabo cumpliendo con los requisitos recogidos en la ley. Que nadie se engañe: lo del viernes no fue una huelga. El hecho de que un colectivo en su totalidad haga dejación de sus funciones, con el consiguiente abandono del puesto de trabajo en algunos casos, alegando un episodio colectivo de histeria es, sencillamente, de auténtica vergüenza.
Qué dirán otros como, por ejemplo, muchos de los profesionales de la medicina que trabajan en la Sanidad pública que, a menudo, deben prestar sus servicios en condiciones lamentables pero que hasta la fecha y que se sepa no se han largado de sus puestos de trabajo abandonando a los enfermos a su suerte. Preguntemos a los bomberos, que también tienen sus reivindicaciones, a ver si se les ocurre manifestarse soltando la cizalla en plena maniobra de desencarcelación de heridos gravísimos en accidentes de tráfico.
Muy seguros tenían que estar los controladores aéreos de este país para echar un pulso como ése convencidos de que saldrían indemnes. Ahora todo son llantos y lamentos
pero hay qué ver de qué manera se expresaban algunos en sus blogs...
Y lo mal que lo pasó el bueno de César Cabo, al que hasta hace poco apodaban como el Adonis del aire (qué país, Dios mío...), en la entrevista que le hicieron ayer en el programa de Ana Rosa Quintana:
Lo que me queda meridianamente claro es que en este conflicto, como en casi todos, no hay un único culpable. Estoy segura de que los controladores aéreos tendrán más razón que un santo en muchas de las cosas que dicen pero han actuado torpemente, quizá envalentonados por creerse en un status y con un poder superior al que tenemos el resto de trabajadores y porque jamás han sido objeto de medidas tan drásticas como las que se han adoptado este fin de semana.
Los Gobiernos (de uno y otro signo político) tampoco se libran de la quema: qué han estado haciendo, ya no sólo estos últimos meses, sino todos estos años en los que la vida y milagros de AENA y sus controladores aéreos estaba envuelta en una nebulosa que nadie parecía muy interesado en disipar? Plegarse a las exigencias de unos pocos en plan por la paz un Avemaría? Tener a los controladores amarrados con cadenas a la pantalla del radar? Ya lo dudo: cuando un tío sabe que si hace el tonto le crujen un expediente disciplinario y le ponen de patitas en la calle con una mano delante y otra detrás, no se levanta de la silla ni Dios (y esto lo digo con conocimiento de causa: en mi curro hubo una sublevación parecida y no sabéis lo gallitos que estaban los compañeros al principio y lo compungidos que estaban después, cuando les empezaron a caer las sanciones de los disciplinarios)
Comprendo que cada uno defiende sus derechos y que es muy desagradable oir constantemente que como ganas un pastón no te está permitido ni quejarte (no olvidéis que yo soy funcionaria así que éste es el pan nuestro de cada día para mí) y aunque, hasta cierto punto, puedo empatizar con personas como Cristina Antón también opino que nadie sobrevive a la hemeroteca y que somos esclavos de lo que decimos. Por eso, pienso que sería mucho más prudente limitar al mínimo manifestaciones como las que estamos oyendo estos días por parte de miembros de este colectivo y de algunos de sus allegados que, en lugar de salvar lo poco que queda de su imagen, muy al contrario, lo único que están consiguiendo es defenestrarles más aún y encender los ánimos del ciudadano que, al fin y al cabo, ha tenido que pagar el pato de una situación en la que no es arte ni parte.
En fin, que menuda entrada más larga y pesada que me ha quedado. La próxima será de las ligeritas de siempre, no os preocupéis!