lunes, 12 de diciembre de 2011

SÓLO UNAS PALABRAS

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que publiqué una entrada en este blog.


La razón ya la sabéis todos: mi padre falleció de una manera brusca e inesperada y, a pesar de que creí que tenía todo esto de la futura muerte de los progenitores más que controlado porque (aunque a veces no lo parezca) soy una persona racional y reflexiva, este acontecimiento me ha afectado muchísimo más de lo que me imaginaba.


Sigo estando un poco hecha polvo por dentro pero me parece que ya he esperado demasiado para escribir esta entrada de agradecimiento.

Os la dirijo a vosotros que habéis compartido mi dolor durante estos meses dejando vuestros reconfortantes comentarios en el post anterior, molestándoos en escribir e-mails más privados para interesaros por mí o, simplemente, leyendo lo que colgué en su día y conmoviéndoos.

Hay muchísimas cosas que no se pueden comprar de ninguna manera porque, en realidad, no tienen precio.




Y, desde luego, una de ellas es sentir el calor humano de personas como vosotros que desde el mundo virtual habéis contribuido a hacerme sentir arropada y acompañada en el que hasta el día de hoy es el momento más duro de mi vida.

No tengo palabras para expresar mi agradecimiento.




Gracias, muchísimas gracias a todos y cada uno.

martes, 1 de febrero de 2011

UN PADRE Y UNA HIJA

El domingo 23 de enero de 2011 murió mi padre.

No fue tras una larga enfermedad. Los chequeos médicos habituales no nos dieron ni una sola pista que presagiase lo peor.

Falleció de un infarto fulminante mientras hablaba con mi madre y se reía de sus propias ocurrencias. En menos de 20 segundos dejó de existir.

Yo estaba en una ciudad que no es la mía y recibí una llamada telefónica a unos pasos de la puerta de mi hotel: tu padre se ha sentido mal; hemos llamado a una ambulancia; le están atendiendo en su habitación. Entonces supe que jamás volvería a verle vivo.


No recuerdo las veces que nos dijimos que nos queríamos en estos 35 años. Seguramente fueron muy pocas porque no teníamos una de esas relaciones en las que continuamente le recuerdas al otro lo importante que es para tí.

Y, sin embargo, no hay nada que me hubiera gustado que supiera y que ahora me arrepienta de no haberle dicho. Siempre he sabido que él me adoraba y él era muy consciente de que yo le quería muchísimo. Hay cosas para las que las palabras no son necesarias.



Aunque hace años que me emancipé, mi padre siguió estando muy presente en mi vida cotidiana. Aún puedo escuchar su risa cuando le decía esta media naranja nunca se entera de nada. Menos mal que te tengo a tí. Se lo decía a menudo y muy en serio porque era verdad: siempre estaba para mí, para todo.

Estos días nos hemos dado cuenta (más aún si cabe) de lo querido que era por familiares, amigos y vecinos que han hecho un paréntesis en su rutina diaria para mostrarnos su cariño, acompañarnos y compartir nuestra pena.

 

Supongo que debería estar muy agradecida por haber tenido un padre que me ha querido tantísimo y que me deja tan buenos recuerdos pero lo único en lo que puedo pensar ahora mismo es en que quiero que vuelva. Aún le necesito.

Hace 9 días que sé que mi padre no está. Me parece increíble tener que hacerme a la idea de que nunca le volveré a ver. No podré darle un beso, ni cogerle de la mano. Dentro de poco no seré capaz de recordar cómo olía, ni cómo sonaba su voz.


La vida es así y no me queda más remedio que asumir que con su muerte ha comenzado una nueva etapa. Sentiré su ausencia el resto de los días de mi vida y tendré que convivir con esta tristeza que siento hasta en los huesos.

Escucho las palabras que muchas veces he utilizado yo para confortar a otros pero no me consuelan en absoluto. Cómo se aprende a seguir adelante cuando pierdes al hombre más importante de tu vida? Con el tiempo; ésa es la única respuesta que se me ocurre.

Mientras aprendo repetiré en mi cabeza la letra de la canción de Manolo García, a ver si me ayuda a encontrar algo de esperanza.

Por respirar, por confiar de nuevo y volver a creer.
Por confiar, por respirar serena y saber esperar.
Renacerás.

No te digo adiós porque nunca morirás del todo para mí. Donde yo vaya, tú estarás conmigo.

viernes, 7 de enero de 2011

EL KIT DE ILUMINACIÓN CASERO

Después de algunos mensajes de preocupación (tranquilos todos: estoy bien) y unos cuantos comentarios picajosos en relación con la prolongación del post sobre el cumpleaños de un famoso blogger (no te quejarás, querido mío: no hay nadie en la blogosfera que no sepa ya que el 10 de diciembre cumples años, ji,ji) supongo que es hora de que vuelva a la carga con alguna historia que haga más llevadera la vuelta a la vida cotidiana después del desmadre que es la época navideña.

Sí, bonito, aunque no lo parezca soy Santa. Si con la crisis hasta yo me he quedado en los huesos imagínate cómo serán tus regalos de este año...

Dos de mis compañeros de trabajo del Departamento de Informática son muy aficionados a la fotografía. No se ponen de acuerdo en cuál es la mejor marca de material fotográfico pero a pesar del pique que tienen con el rollo de qué cámara saca mejores fotos Canon y Nikon han conseguido superar sus diferencias.

Yo soy canonista... aunque reconozco que quiero a Canon y a Nikon por igual porque ambos son adorables!

Hace unos cuantos meses mis dos compis decidieron apuntarse a un par de cursillos para perfeccionar su técnica. Coincidió en una época en la que a mí me dió por pensar que la fotografía era mi vocación frustrada (centrémonos en la parte de frustrada, ji, ji) así que solíamos tener alguna que otra charla en la que ellos me contaban sus avatares en las clases de fotografía y yo escuchaba atentamente.



La verdad es que las historietas que contaban eran de lo más entretenidas. Ellos mismos alucinaban con las costumbres de sus compañeros de clase: la chica a la que le encantaba ir al cementerio para disparar fotos, el que comentaba que lo que más le gustaba era bajar todas las persianas de casa, ponerse entre dos lámparas y retratarse a sí mismo... en fin, un poema.


Pues eso: cada loco con su tema.

Un día hablábamos de lo genial que sería tener un estudio con material de calidad para hacer buenas fotos en interiores.


Una foto como ésta: ummmmm, qué apetitosa parece esta manzana, verdad?

Una cosa llevó a la otra y terminamos hablando de la importancia de la iluminación en la fotografía y, mejor aún, de esa clase en la que su profesor les había explicado que no es necesario pagar un pastizal por un kit de iluminación para fotos en interiores: nada más económico que fabricar uno casero!

Para qué pagar por esto si te lo puedes fabricar tú mismo?

Los materiales pueden encontrarse en cualquier casa facilmente:



Un PARAGUAS



Una LINTERNA


Un poco de PAPEL DE ALUMINIO (sí, como ése en el que se envuelve el bocadillo)

Se trata de forrar el interior del paraguas con papel de aluminio y colocarle una linterna dentro. Así, en teoría, la luz se refleja en la superficie plateada y rebota creando un efecto foco.

Parecía muy sencillo así que mientras ellos dos lo comentaban yo intentaba recordar, en silencio, cuánto papel Albal me quedaba en el armario de la cocina y si la linterna tendría pilas nuevas.

Llegué a casa con un objetivo en la vida: fabricar el paraguas-foco del que tanto habíamos hablado Canon, Nikon y yo.


A Dios pongo por testigo de que... me esforzaré en convertir un paraguas viejo en un kit de iluminación semi-profesional!

Y bien que me esforcé! No tengáis la más mínima duda. Pero forrar el interior del paraguas, con todas sus dichosas varillas, no era tan fácil como parecía. Las tiras de papel de aluminio no eran lo suficientemente anchas como para cubrir toda la superficie de una sola vez así que me las tuve que apañar para pegarlas unas con otras utilizando cinta adhesiva, aplastándolas detrás de las varillas...

Después de un buen rato de infructuosos intentos de que aquello se pareciese mínimamente a un cacharro de iluminación empecé a desesperarme.

Me pego un tiro! Esto ilumina lo que yo te diga...

Y en ese mismo instante, se abre la puerta de casa y aparece la media naranja que lo primero que ve nada más levantar la cabeza es un paraguas abierto de par en par, un montón de pelotas de papel de aluminio inservibles y a mí, arrodillada en medio de la alfombra, intentando pegar una linterna entre el palo y las varillas.


A este paso volver a casa va a dar hasta miedo...

El resultado del experimento fue una chufa que ni iluminaba ni servía para nada más que para dar pena... y una pequeña regañina de la media naranja que a veces parece más un abuelo gruñón que mi novio.

Cuando, al día siguiente, les conté a Canon y Nikon mi experiencia no pudieron contener la risa: a ellos ni se les había ocurrido montarse su propio kit de iluminación casero!!! Y después de lo mal que me fue a mí pensamos que, por el momento, mejor si nos centrábamos en la fotografía de exteriores!

Podemos seguir practicando hasta que nos salgan fotos tan espectaculares como ésta.

A vosotros os pasa lo mismo? Sóis de esos manitas a los que se les da muy bien el "hágalo usted mismo" o sóis tan torpes como yo?