viernes, 30 de julio de 2010

BUEN AMIGO, MAL CONDUCTOR

Hay gente que dice que las mujeres conducimos peor que los hombres.


Bueno, en realidad, la única gente a la que le he oido decir eso eran todos tíos...


No vamos a entrar en polémicas: como en todo, habrá personas más y menos hábiles al volante, independientemente de su género.

En mi caso, la mayoría de mis amigos (tanto hombres como mujeres) se las apañan muy bien con el coche así que no puedo valorar si esa afirmación es cierta. Lo que sí puedo asegurar, por experiencia propia, es que cuando alguien conduce mal, lo hace muuuuuuuuuuuuuy mal...


En la Universidad tuve un compañero con el que coincidía en algunas asignaturas a pesar de que él era un año mayor que yo. El tío era majísimo y siempre me echaba una mano con los apuntes


y me daba algunos consejos de cara a los exámenes.

Íbamos a clase en el turno de la tarde. En invierno anochece muy pronto así que, los días que coincidíamos a última hora, nos acompañábamos mutuamente hasta la parada del metro.


Hasta que un día en el que hacía muy mal tiempo, se le ocurrió traer su coche a la Facultad.


Yo no tenía la más mínima intención de subir porque íbamos en direcciones opuestas pero insistió tanto en acercarme hasta la estación que no me pude negar, a pesar de que estaba cerquísima, a unos 15 minutos a pie.




Ya habréis calculado que esa misma distancia, en coche, era minúscula.

Ahí íbamos los dos: él conduciendo y yo de copiloto, charlando animadamente, cuando llegamos a una rotonda.


En fin, no es nada del otro mundo, verdad? Miras a tu izquierda, compruebas que no hay ningún otro vehículo con el que puedas chocar dentro de la rotonda y te incorporas.

Pues nada: la rotonda desierta y mi buen amigo con el freno echado... a qué esperaría?


Después de varios minutos parados en el ceda al paso, de repente, sin ton ni son, se le ocurrió acelerar e incorporarse a la rotonda, justo cuando un tráiler enorme avanzaba hacia nosotros!


A todo esto, él conducía feliz, sin percatarse de que el conductor del tráiler tocaba el claxon como un loco mientras juraba en arameo (acordándose de todos nuestros muertos, seguramente...) pero yo creí que moriría infartada en aquel mismo momento!



En mala hora se me ocurrió montarme en aquel coche!

Por fortuna, después de aquello no tardamos mucho en llegar a la boca del metro. Le dí las gracias educadamente, me bajé del coche y le dije adiós con la mano mientras se alejaba.



Cuando bajaba las escaleras hasta el andén aún me temblaban las rodillas...

Ni qué decir tiene que, a partir de aquel día, me las apañé para mantener nuestra amistad lejos de vehículos de cuatro ruedas... para eso, cuando terminaba la última clase, salía corriendo como alma que lleva el diablo para no coincidir con él, de camino a casa!


Era la única solución... porque, qué difícil es negarse a algo cuando alguien, con toda la buena voluntad del mundo, insiste en hacerte (lo que él considera) un favor, verdad?

jueves, 29 de julio de 2010

HISTORIAS PARA NO DORMIR... Cómo viajar en autobús (con niños) y no morir en el intento

El martes mi amiga A.M. vino a buscarme a la oficina para que tomásemos juntas un café en mi recreo del desayuno.

Lo nuestro fue un café bebido pero pongo esta foto porque me gusta más.

Con su permiso y conocimiento, tomo prestada esta historia para no dormir de la que fue protagonista la semana pasada...

Hay un centro comercial a pocos kilómetros de donde vivimos. Como muchos de los que se han inaugurado en los últimos años, éste también está en un lugar pensado para desplazarse en coche.


A pesar de lo cual, hace tiempo que hay una linea de autobús que conecta el centro comercial con los centros urbanos más cercanos.

Cuando compartes el coche con tu pareja no siempre puedes disponer de él así que a A.M. no le quedó más remedio que coger el autobús para llegar a su casa.

Os pongo en antecedentes: mi amiga está embarazadísima. Tanto es así que está esperando el nacimiento de su bebé en cualquier momento.


Éste es su segundo hijo: tiene una niña pequeña que aún va en sillita. Así que el día de autos (qué policial suena eso) A.M. llevaba a cuestas su gigantesca tripa de embarazada de 40 semanas, la sillita con su primogénita y como complemento, en lugar de un bolso de Louis Vuitton, las tropecientas bolsas con las compras que había hecho.

Esta mujer tiene más moral que el Alcoyano...

En eso, llega el autobús.



En la parada, además de mi amiga y otras personas, esperaban una mujer con un carrito de bebé y una chica con otro niño que iba en sillita. Primer problema: al parecer, sólo se permite un carrito o sillita de bebé,


y una silla de ruedas, por autobús.



Por esa razón, el conductor del autobús advirtió a mi amiga y a la otra chica que llevaba a su hijo en la sillita que, para poder hacer el trayecto, tendrían que plegarlas.



Las dos asintieron. No habían acabado de meter las ruedas de sus sillitas en el autobús cuando el autobusero se puso a recordarles (por decirlo de alguna manera) que tenían que plegar las sillas.

Hay trabajos en los que al que no trae las malas pulgas de serie, parece que se las inoculan!


El tío, dale que te pego, a grito pelado diciéndoles que tenían que plegar las sillitas y ellas dos sudando la gota gorda para sentar a sus niños en el asiento, retirar las bolsas del pasillo, y doblar las dichosas sillas que siempre se atascan en el peor momento!



A todo esto, cuando ya todo el resto del autobús estaba mirando a estas dos pobres mujeres dándolo todo para controlar la situación (y cerrar las dichosas sillas), a A.M. se le acabó la paciencia


y le soltó cuatro frescas al conductor, que se calló como una putilla y no volvió a abrir la boca en todo el viaje (si es que hay veces que unos cuantos improperios son de lo más efectivos)

Esto no es nada en comparación con otra historia parecida de la que fue testigo cuando su hija aún iba en carrito de bebé. Esta vez, en la misma parada del autobús, junto a mi amiga y su carrito, esperaba otra chica con otro bebé que iba en cochecito.


Llega el autobús y A.M. entra primero. Cuando la otra mujer está intentando subir su carrito, el conductor le da el alto.



Conductor: no, tú no puedes subir.
Mami 2: cómo? Y eso por qué?
Conductor: en este autobús sólo se permite un carrito y una silla de ruedas y ya has visto que acaba de subir una chica con un cochecito de bebé.
Mami 2: ya, pero hay algún viajero en silla de ruedas dentro?
Conductor: no.
Mami 2: tampoco hay nadie que esté en silla de ruedas esperando en esta parada.
Conductor: da igual. Un carrito y una silla de ruedas. Ya hay carrito así que no puedes montar. Adiós.

El tío cerró las puertas y hasta luego, Lucas! Dejó tirada a la sufrida ciudadana, con cochecito y todo.


Mira, mami: se nos marcha el autobús!

Con la frecuencia de autobuses que pasan en esa línea, a lo mejor convendría mandar al CSI a esa parada para que analicen los restos humanos momificados y puedan proceder a su identificación.

Esto es lo que mi amiga, irónicamente, denomina Transporte urbano: todo son facilidades haciendo referencia a las campañas sobre el uso del transporte comunitario con las que nos bombardean a lo largo del año.

Sinceramente, no tengo hijos pero no creo que eso sea necesario para que estas situaciones nos dejen boquiabiertos.


La verdad es que no me hace falta llegar a un grado de concentración muy profundo para poder empatizar con esa mujer y saber cómo se tuvo que sentir cuando el conductor del autobús cerró las puertas y la dejó abandonada en la parada, con su niño.

A mí aún me estarían saliendo espumarajos por la boca!


Qué decís vosotros? Es la solución dejar a alguien en tierra, tirado como una colilla? Deben los padres de niños que aún van en cochecitos y sillitas renunciar al transporte público?

martes, 27 de julio de 2010

LUCY IN THE SKY WITH DIAMONDS

Érase una vez una azafata de Air France llamada Lucy.


Lucy, que de tonta no tenía un pelo, se las apañaba para ocuparse de la clase business de los vuelos de larga distancia desde Francia hasta distintos puntos de Asia.

Por el amor de Dios! Es así como se viaja en business class? Hasta luego, chicos, me voy a robar un banco.

Nuestra Lucy fingía ser una azafata agradable y solícita hasta que se apagaba el último rayo de sol,


y, ya por la noche, cuando los inocentes pasajeros se quedaban fritos en sus cómodos (acolchados, maravillosos, individuales) asientos


se convertía en la Caco-Azafata!


Con sus manitas de manicura francesa la tía se dedicaba a desvalijar a todo bicho viviente que se le pusiera por delante.

Esto no es el guión (surrealista) de la nueva película de Quentin Tarantino.

Te comprendo, colega: me siento así cada vez que levanto el auricular del teléfono de mi despacho...

Es la realidad pura y dura! Lucy es una persona real: una azafata de 47 años a la que la policía detuvo la semana pasada




acusada de adueñarse de los bienes de valor de los pasajeros de, al menos, 142 de los vuelos en los que operó en los últimos meses!

La ínclita confesó que hurtaba sobre todo en la clase business. Ufff, qué alivio! Menos mal que los pobres sólo podemos permitirnos las comodidades de viajar en turista


porque si además de estirar el sueldo como un chicle para poder ir de vacaciones, la azafata de turno nos da el palo... es como para saltar del avión sin paracaidas!

La azafata ladrona esperaba a que los pasajeros se hubiesen dormido para sustraerles sus posesiones y, aunque no hacía ascos a nada, lo que más le gustaba era el dinero en metálico (nos ha jod... mayo con las flores: como a todos!)

Nada, nada, menudencias. Justo lo que llevo suelto para el café y el bollo del desayuno.

Las investigaciones comenzaron el pasado 5 de enero después de que un grupito de pasajeros de un Boeing 777 de Air France entre Tokio y Paris denunciasen el robo de unos 4.000 € en divisas (menudos picajosos, por 4.000 euritos de nada...)

No hace falta que nadie saque el pañuelo para secarse las lágrimas porque esta buena mujer no robaba a los ricos para dárselo a los pobres


ni tenía a su cargo a ningún pobre ser malherido.


A la muy pájara le gustaba vivir por encima de sus posibilidades



Aquí las demás esperando a las rebajas para comprar en Emporio Amancio!

y ahogar sus penas en Dom Pérignon!


Pero qué valor! A mí también me apetece vivir a todo trapo pero no se me ocurre a quien desplumar!



Cuando la policía registró su casa y abrieron la caja fuerte, encontraron varios de los tesoros (ajenos) con los que se había ido haciendo, entre ellos unos cuantos diamantes.


Teniendo en cuenta lo que os he contado hasta ahora, no os extrañará que a algún avispado se le haya ocurrido referirse a este caso con el mismo nombre que el título de la canción de The Beatles: Lucy in the sky with diamonds.


Entre la historia de esta Caco-Azafata y los ataques de ansiedad de los controladores aéreos


antes de entrar en un avión habrá que encomendarse a todos los santos!

Qué os parece a vosotros? Seguiréis dejando todas vuestras pertenencias en el compartimento superior o creéis que es más prudente sentarse encima de la bolsa en la que lleváis vuestros objetos más preciados?

lunes, 26 de julio de 2010

EL CLUB WASHINGTON

Dicen que Nueva York es el centro del mundo.


Seguro que eso se lo inventó Woody Allen para que fuésemos al cine a ver sus películas


porque no hay nadie que no sepa que el centro del mundo es Bilbao! (Ji, ji, ji)


Aprovechando que, por circunstancias que no vienen al caso, me he reencontrado con unas cuantas amigas con las que hacía tiempo que no me veía, organizamos una salida de manera espontánea. Y para darle un nombre que la diferenciase del resto de citas de nuestras apretadas agendas (ejem, ejem) decidimos referirnos a ella como Sexo en Nueva York porque nosotras también lo valemos!



Sólo que en lugar de cuatro chicas éramos 6;


en vez de Sexo hubo una visita a la expo de Balenciaga en el Bellas Artes



seguida de una divertida sesión de copas y pintxos por una de las zonas cool de la ciudad;


y fue en Bilbao, no en Nueva York.

Independientemente de lo poco que pegaba ese nombre con el espíritu de nuestra salida, podríamos haber seguido llamándonos a nosotras mismas Las de Sexo en NY si no fuese por el comentario de una amiga común (que no estaba presente en esta tarde de chicas)

La buena mujer, que acaba de regresar de pasar unos días en Nueva York, a la pregunta de: qué tal en Nueva York? Os ha gustado? Respondió lo siguiente: Yo es que soy de ciudades pequeñas tipo... Washington. (cualquiera diría que eres una mujer de mundo y no una como las demás... o sea, una chica de barrio de un pueblo de 30.000 habitantes! Me parto!)


El comentario nos pareció tan desternillante que, después de horas de reirnos a carcajadas, decidimos rebautizarnos como El Club Washington y adoptar el es que yo soy de ciudades pequeñas tipo... Washington como nuestro santo y seña.

Después de unos cuantos pintxos en algunos de los bares más típicos de (la calle) García Rivero, un par de copas en La Compañía del Ron y La Antigua Cigarrería,


y de cotillear los modelitos de los novios e invitados de un par de bodas (que estaban pegando brincos de pub en pub)

Algunos de los atuendos bodiles eran realmente espeluznantes...

nos fuimos a mover el esqueleto y tomarnos la espuela a algún sitio donde pusiesen algo de música marchosa.

Estaba tan cansada que, mientras mis amigas bailaban, me senté un momento a beber agua (sí, yo soy así de animada...) y, de repente, ví a 4 tipos como salidos de un club de ajedrez,


inmóviles, con la copa en la mano y mirándonos fijamente... con esta cara!



Los pobrecillos no hicieron otra cosa que observarnos desde la distancia con cara de atontados y, aunque hubiésemos preferido ser el objeto de deseo de otro tipo de hombre,

Éstos existen de verdad o los hacen con Photoshop?

gracias, chicos! Nos subistéis la moral (siempre está bien que te hagan sentir atractiva, no?) y nos alegrastéis la noche!



Como que no quiere la cosa llegué a casa a las 3 de la mañana!!! Y me encontré a la media naranja metido en la cama hasta las orejas (ya veo que mi paradero no le preocupaba en absoluto...)

 

Para lo único que abrió los ojos fue para mirar el reloj, regañarme por llegar tan tarde y decirme que ando todo el día de pingo! Nunca he sido muy animada pero hace años que no salía hasta tan tarde... si estoy hecha una seta mágica!



Cuando el viernes le conté que El Club Washington iba a reunirse de nuevo para un plan más tranquilo y llegué a la 1 de la mañana, definitivamente me colgó la etiqueta:



Y eso que ni bebo, ni bailo!

Verdad que, después de una semana de trabajo, es muy divertido juntarse con unos cuantos buenos amigos para tomarse algo tranquilamente y charlar un rato? Si por eso nos van a tachar de tarambanas...